miércoles, 6 de junio de 2012

LA CONJURA


“El dinero es un estiércol estupendo como abono, lo malo es que muchos lo toman por la cosecha”   Joseph Joubert, ensayista francés.

Personas de cierta edad; ejemplo: nacidos en la década de los cuarenta del s.XX. Recordarán con total seguridad, hechos y contrastes, que con frecuencia sucedían durante los años de la oprobiosa dictadura en la que medramos, algunos, con evidentes muestras de carencias múltiples.
Muchas fueron las ocasiones en la que los sufridos súbditos de España, por entonces, la de juntos en la unidad de destino Universal; tuvimos que soportar –supongo que algunos lo disfrutarían-, aquellas sublimes arengas patrioteras: dieciocho de julio, día de la Hispanidad, mensajes fin de año, etc.;  y muy al final, aquellos litúrgicos actos de afirmación nacional como respuesta a las proclamas de rechazo al régimen provenientes del exterior. Era una constante, no eran hechos casuales, sabíamos quienes y donde se alimentaba aquel odio. Era la conjura judeo-masónica.
Una cantidad considerable de españoles –a base de pelargón y leche en polvo-, conseguimos llegar hasta los tiempos de la libertad; autentificada por la constitución, democracia y demás….
Llegamos a la cima en derechos, progreso y bienestar. Sacábamos pecho allá donde fuéramos; ejemplo y envidia dentro del opulento y pomposo occidente. Habíamos roto con atávicos complejos. Éramos felices.
Sin esperarlo, sin advertencia de que no siempre podría ser igual. Nos invitaron a levantar el pie del acelerador. Iniciamos un pequeño intento –una temporada de 120 a 110 km.-, baldío esfuerzo. Nos lo había dejado escrito y muy claro aquel caudillo por la gracia de Dios: “Recordad siempre que los enemigos de España no descansan nunca, están siempre al acecho,”.
¡Zas!. Lo que tenía que llegar, llegó (ley de Murphy). Con suavidad, con sordina, sin huelgas ni manifestaciones, sin violencia. No venían del exterior. Esta vez los enemigos estaban dentro, en casa: la conjura euro-amasónica. Si. Si. Si. Sin impedimento alguno, llegó y se asentó. Nos pillaron en plena fiesta, engolados, indefensos. Condenados al purgatorio, sabe Dios por cuanto. La realidad es tozuda, y tiene efecto simpatía con nombre ministro: De Guindos; es decir, de los que guindan, los que trincan; a plena luz, con alevosía. Todos sabemos quienes son, sus nombres y donde habitan. Solo eso.
Como será de grave y peligrosa la situación, según me ha comentado off the record  persona, generalmente, bien informada en cuestiones de la Zarzuela, que, algunos miembros de la insigne institución que lo habitan, duermen con el joyero dentro de la cama.
Regresamos, volvemos a lo nuestro, lo que nos identifica, lo de siempre: la épica “…disparad contra nosotros, el enemigo esta dentro”.