viernes, 4 de febrero de 2011

DESDE MIS ORÍGENES (1)

Aunque en los escritos, frecuentemente, sitúan mis ancestros próximos a los cántabros, siempre tuve la certeza de mi asturiania, si bien, es cierto que el trajín de mis vivencias me llevó en bastantes ocasiones lejos de mi Matria Querida.
Algunos sucesos ocurridos en la proximidad familiar tuvieron gran influencia para crear en torno a mi originaria identidad, una negra leyenda de hombre cruel y malvado. Las distintas etapas vividas en mi persona, casi siempre solían acabar cercanas a la fatalidad, a pesar de que por mi genuina naturaleza tenía el regreso asegurado.
Siendo aún joven como consecuencia de mi posición dentro del rango de nobleza a la que pertenezco, estaba obligado a defender todo aquello que por mi   linaje había conseguido y lo que que se me había otorgado, razón por la cual tuve que hacer frente a todo tipo de conspiraciones y constantes escaramuzas bélicas en las que fui forjando un espíritu beligerante. En una de esas contiendas y ante un fatal desenlace, comencé a percibir que alguna deidad me había otorgado una extraña existencia perdurable. A partir de entonces, debido a ello, los recuerdos se agolpan de tal manera que en ocasiones se me hace muy difícil discernir y concretar el momento de la acción, me lleva tiempo situarme en el tiempo y lugar.
Viajé constantemente, obligado por los avatares de mi propia existencia. Nací de noble estirpe, lo cual me dio privilegios para relacionarme con ilustres caballeros que pasaron a la historia de estas tierras y otras lejanas. Conocí épocas y situaciones que habrían de marcar el curso de nuestra civilización. Estuve próximo a personajes que fueron vitales para el devenir de esta tierra. Por el contrario, también tuve la desdicha de conocer a impíos individuos contra los que estuve y estaré para siempre en lucha.
Empleé una parte importante de mi existencia en combatir contra hordas invasoras contrarias a nuestra fe y nuestras leyes. Participé en históricos acontecimientos: guerras religiosas y civiles, que serían decisivas para la permanencia de nuestros valores en la península donde habito. Vi cerca de mí, la opulencia y la codicia, grandeza y ocaso. Héroes y mártires. Conocí secretos de la alquimia; ordenes y sectas de diverso credo y condición. Hambrunas, plagas, catástrofes de todo tipo. Sentí de cerca el despertar al Renacimiento. A grandes autores del siglo de oro. Todo lo extraordinario del siglo de las luces. Estuve muy próximo a grandes personajes de las artes y las ciencias que a la postre fueron paradigma de generaciones. Espectador de importantes descubrimientos, adelantos e inventos. Políticos y clérigos de distinto signo y credo: algunos, quebrados en el camino, y otros,  que harían sonrojarse a sus acólitos. Asistí a las grandes revoluciones en el viejo continente: controversias filosóficas, cismas religiosos, nacionalismos perniciosos. Se de maestros de la superchería. Lo más bello y lo más ruin.  

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